El desafío de proteger a los pueblos aislados en la Amazonía brasileña
Conocer y proteger a alguien usando solo los rastros que dejan en el camino: arcos, flechas, artefactos, restos de comida y artículos de campamentos temporales. Así trabajan los indigenistas en defensa de los pueblos en aislamiento voluntario, como Bruno Pereira, quien dirigía la Coordinación General de Indios Aislados y de Reciente Contacto, de la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai), y fue asesinado en junio de 2022, en una emboscada que también cobró la vida del periodista británico Dom Phillips, corresponsal de The Guardian. Ambos pagaron el precio por denunciar los delitos socioambientales cometidos en la Amazonía.
Un año después de que los dos fueran asesinados, muchas personas aún tienen dudas sobre las comunidades que buscaban proteger. Los pueblos aislados están en mayor número en la Tierra Indígena (TI) Vale do Javari, en Brasil, que en cualquier otra parte del mundo. En la TI también viven otros grupos indígenas, algunos de contacto reciente.
El aislamiento es, en general, una opción de estas comunidades. Prefieren mantenerse alejados de los no indígenas, e incluso de otros grupos étnicos, por varias razones. Una de las principales es no querer relación con el Estado y con la lógica de la ganancia, pues, en la mayoría de los casos, ya han sido víctimas de esta situación y sufrieron los asesinatos de sus pares. También es posible que haya habido un trauma derivado de otras experiencias, como el choque con otros pueblos.
Como destaca un libro del Conselho Indigenista Missionário (CIMI) y de la editorial de la Universidad Federal de Amazonas sobre el tema, "la existencia de grupos indígenas aislados, muchos expulsados de sus tierras y en busca de refugio en lugares de muy difícil acceso, advierte sobre el 'terrorismo del desarrollo', concebido en términos de intereses externos, fuera de la Amazonía".
La publicación del CIMI, fechada en 2011, señala que el aislamiento es más común en la región amazónica por sus características geográficas y ambientales. Sin embargo, otros lugares, como el Cerrado brasileño, el Gran Chaco, ubicado entre Paraguay y el sur de Bolivia, e islas en Nueva Guinea y el sur de la India, también albergan pueblos en aislamiento voluntario.
Como aclara el antropólogo Tiago Moreira, del Instituto Socioambiental (ISA), muchos pueblos salen del aislamiento para señalar que están en problemas ante las amenazas a su existencia y su forma de vida. El pedido de ayuda puede ocurrir aunque no sea explícito, sino sutil. “Muchas veces, estos pueblos tienen contacto intermitente, esporádico, con otros pueblos indígenas, a través de los cuales incluso logran acceder a instrumentos metálicos, como machetes y hachas”, dice.
El fundador del Centro de Trabajo Indigenista (CTI), el antropólogo Gilberto Azanha, destaca que el reducido número de huellas y señales que dejan los pueblos en aislamiento voluntario es deliberado y calculado. “¿Qué significa vivir escondido? Vivir escondido es dejar poca pista”, dice él, quien actualmente es consejero del Centro. “Hay varias situaciones. Cada pueblo tiene una pequeña y profunda historia sobre sus experiencias de contacto con otros, ya sean otros terribles, como los agentes de nuestra sociedad occidental, ya sean misioneros, agentes de la especulación inmobiliaria, madereros, y con otros pueblos indígenas de la región y sus alrededores. Todos construyeron su historia, por la razón que sea. Solo sabremos cuando decidan salir y exponerla, decir por qué se aislaron, por qué comenzaron a vivir escondidos. Eso solo podemos especular."
Las personas aisladas que viven en la TI Massaco, en Rondônia, dice Azanha, son de las que han mostrado curiosidad por ver lo que sucede en sus fronteras. “Salen a veces. Los expertos suelen hablar de jóvenes, que vienen observar lo que está pasando y en eso dejan algunas pistas que el personal de la Funai sigue. Así se activa un sistema de protección más efectivo en aquellas zonas donde hayan aparecido.”
Como no suele haber una comunicación verbal con los pueblos en aislamiento, lo que podría permitir una mayor comprensión de cada cultura, se pueden identificarlos a partir de su ubicación geográfica. Hay nombres como "pueblo aislado de Alto Xeruã", "pueblo aislado de Copaca/Río Uarini" y "pueblo aislado de Igarapé Lambança".
Algunas de estas personas, explica Azanha, sofistican sus andanzas y movimientos, por ejemplo, caminando por el bosque de noche. Como la intención es pasar desapercibidos, uno de ellos incluso dejó de limpiar las sendas, de abrir claros en el bosque y de construir casas más permanentes.
Tiago Moreira también comenta que, en la década de 1980, hubo, en Rondônia, casos de pueblos aislados que terminaron encontrándose con personas que no pertenecían a su comunidad y el resultado de eso fue un alto número de muertes.
“A partir de la década de 1980 también se creó una política de no contacto, basada principalmente en que las experiencias de acercamiento fueron desastrosas. La gente moría, los grupos pasaban por un proceso de pérdida de población muy grande. Entonces, la Funai, junto a antropólogos e indigenistas, se reunieron para decidir qué hacer. Se adoptó esta política con una serie de protocolos, porque, eventualmente, se tendría que hacer contacto en caso de riesgo al grupo aislado”, explica Tiago.
Red de protección
El organismo que oficialmente monitorea y registra a las personas en aislamiento voluntario es la Funai. Sin embargo, otras organizaciones, como el Instituto Socioambiental (ISA), colaboran con esta función. La Fundación, dice Tiago Moreira, está buscando rastros y tratando de mantener una distancia segura con estas personas". "Es un trabajo muy minucioso y cuidadoso, porque encontrar los rastros de estas poblaciones en la floresta es realmente bastante difícil. Al mismo tiempo, uno no puede estar allí porque puede encontrar a estas personas aisladas. Ya nos pasó: perdimos a un colega de Funai, Rieli [Franciscato, coordinador del Frente de Protección Etnoambiental Uru-Eu-Wau-Wau]. Le disparó un aislado.”
En el caso de ISA, el monitoreo se hace con la ayuda de satélites. “Tratando más de monitorear las presiones sobre el territorio que si la gente aislada está ahí, porque desde el satélite es casi imposible monitorear su presencia. Entonces, monitoreamos las amenazas, principalmente la deforestación”, aclara Moreira.
Él recuerda que, en el TI Yanomami, hay personas con este perfil. “Lo que vimos en los últimos cuatro, cinco años fue que hubo un aumento sin precedentes de la deforestación en tierras indígenas y que buena parte fue en tierras indígenas con presencia de pueblos aislados.”
Para el antropólogo, los mayores enemigos de los pueblos en aislamiento voluntario actualmente son la minería y la deforestación. Además, se enfrentan al narcotráfico, los ganaderos, los cazadores, los invasores, los madereros y la especulación inmobiliaria.