El "Tambor de Crioula" es uno de los atractivos del carnaval en Maranhão
Dos pasos a la derecha, uno a la izquierda, dos pasos a la izquierda, uno a la derecha. El compás se marca con tambores de metal sin clavijas, afinados al calor de una lámpara. Gabriel, de 5 años, baila en la rueda al son de las coreiras, como son llamadas las mujeres que cantan y danzan en círculo, siempre vestidas con faldas coloridas de estampado floreado. En el centro, una de ellas lleva en la cabeza la imagen de San Benedicto. El sonido del tambor se mezcla a las voces y a las llamadas pungadas o "ombigladas", movimientos coreográficos en los que las coreiras tocan el vientre una de la otra.
El Tambor de Crioula se baila durante todo el año, sin una fecha definida. Sin embargo, las mayores manifestaciones se dan en el carnaval y en las fiestas tradicionales de San Juan, en el mes de junio. La historia de la danza, de raíz africana, se cuenta de distintas maneras. Para algunos, vino de África. Para otros, como Lúcia Franco, coreira del grupo de Tambor Arte Nossa ("Arte Nuestra"), la danza se originó en Brasil. "A la época, los coreiros tocaban los tambores para avisar a los cimarrones vecinos que los esclavos negros planeaban huir. Había música y danza."
Sin embargo, en la vida de Gabriel, el origen de esa danza es claro: "Aprendí con mi padre". En el día en que nuestro equipo periodístico presenció el ensayo del grupo, el niño estaba al lado de su bisabuelo, Manoel Ferreira, alias Manelão, maestro del Tambor Tijupá y residente de la zona rural de São Luís. Manelão tiene 74 años y 22 bisnietos en total, y se dedicó a enseñarles todo lo que sabía. "Fue con esa edad que empecé, cuando tenía unos 5 años. Me acercaba a mi padre, que se ponía a tocar mientras yo bailaba. Cuando llegaba a casa, él solía decirme: 'Mi hijo, un día vas a tocar el tambor'. Con 14 años, yo cantaba por mi cuenta y ya me encargaba de otros grupos", dice él. "Hago lo mismo que mi padre hacía conmigo, así que cuando me muera, él [Gabriel] podrá decir que fue el abuelo quien le enseñó a tocar el tambor."
De ese modo, la tradición se pasa en la infancia. Y los papeles son bien definidos: los hombres tocan los tambores y cantan, y las mujeres bailan y cantan. Los festejos se dedican siempre a San Benedicto, el santo patrón de los negros.
Y fue a manos de ese santo que Lúcia empezó a bailar. Ella ya era adulta y veía la presentación de un grupo de tambor cuando fue invitada a entrar en la rueda. Avergonzada, no aceptó el pedido y la falda que le ofrecieron. Terezinha Jansen –líder del grupo y entusiasta de la cultura popular de Maranhão– le enseñó una imagen del santo y la desafió: "¿Vas a decirle no a él?". Lúcia entró de inmediato en la rueda: "Y nunca más salí."
La historia de Maria José Melonio es similar a la de Lúcia. Ella se unió al Tambor de Crioula ya adulta, tras ser invitada por su compadre, el maestro Apolonio, dueño del grupo Prazer de São Benedito ("Placer de San Benedicto"). Con 73 años de edad, ella participa hace 40 años en la manifestación popular. Cuando necesita ayuda, recurre al santo. "Si pedimos algo con fe y aprendemos a tener paciencia, todo es posible", dice ella. Cuando se le preguntó cuántas gracias ya obtuvo, la respuesta de Melonio fue directa: "Varias".
Cuando alguien recibe una gracia, organiza una rueda de tambores en agradecimiento. Se empieza recitando una letanía por la gracia recibida y luego se toma un café y se come un pastel de tapioca. La rueda dura toda la noche y, por la mañana, se sirve un guiso de carne de cerdo, para darle fuerza a los participantes.
Además de preservar la tradición, los grupos de tambor también desempeñan un papel social en sus comunidades. En la sede del grupo Prazer de São Benedito, ubicada en el barrio Libertad, en la periferia de São Luís, se promueven talleres artesanales, donde los residentes aprenden a confeccionar los instrumentos que utilizan en las ruedas.
"La intención es transformar el producto cultural en una fuente para generar empleo e ingresos. Es la economía de la cultura", dice Nadir Cruz, coreira y coordinadora del grupo. Ella explica que, de lo que reciben, el 60% se destina al autor o autora del utensilio, 20% a la institución y un 10% se usa como capital circulante.
El Tambor de Crioula del Maranhão es considerado desde 2007 parte del patrimonio cultural inmaterial de Brasil por el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan). Se estima que existan más de 200 grupos de tambor en todo el estado, de los cuales 130 se han registrado en el proyecto "Salvaguardia del Tambor de Crioula", creado el año pasado, el 18 de junio, día nacional del Tambor de Crioula.
El proyecto, con duración de poco más de un año, termina el próximo diciembre. Entre las actividades programadas están el registro de grupos, la celebración de talleres –algunos de ellos para niños–, además de la producción de un documental y la grabación de tres CDs.
"El ritmo [del Tambor de Crioula] es bastante singular; no existe nada igual, y creo que es eso que conserva la tradición", afirma Lázaro Pereira, coordinador técnico del proyecto. "El ritmo es originario de África, de los esclavos, y sobrevive hasta hoy con pocos cambios, aunque se hayan producido algunas adaptaciones", explica él, citando entre los cambios la lámpara que se utiliza para calentar y afinar los tambores. Ese procedimiento originalmente se llevaba a cabo junto a una hoguera. "A fin de mantener la tradición, tenemos que estar al día con la modernidad."
Traducción: Lucas Magdiel
Fonte: El "Tambor de Crioula" es uno de los atractivos del carnaval en Maranhão