Mata Atlántica: cayó la deforestación en zonas continuas
La deforestación en la Mata Atlántica cayó en la parte continua del bioma, pero aumentó en fragmentos aislados y áreas de transición entre 2022 y 2023. Los datos fueron divulgados el martes (21) por la Fundación SOS Mata Atlântica, con base en el Atlas de la Mata Atlántica y en el Sistema de Alerta de Deforestación de la Mata Atlántica (SAD), que son herramientas de medición complementarias.
“La deforestación disminuyó en esta región continua de la Mata Atlántica, desde Río Grande del Sur hasta Río Grande del Norte, donde hay bosques maduros. Y aumentó en los enclaves y en las transiciones con los otros biomas, el Cerrado y la Caatinga, y también donde hay bosques jóvenes", explica el director ejecutivo y agrónomo de SOS Mata Atlântica, Luís Fernando Guedes Pinto.
El experto subraya que, aunque las cifras parezcan contradictorias, ambas muestran la misma tendencia. “Esto también tiene que ver con la aplicación de la Ley de la Mata Atlántica, que protege toda la vegetación autóctona de este bioma, pero que viene siendo contestada, atacada y no aplicada con rigor en las regiones de transición y enclave.”
Además de la gran área continua entre Río Grande del Sur y Río Grande del Norte, la Mata Atlántica está formada por regiones de transición y enclaves en los estados de Ceará, Piauí, Goiás, Bahia, Minas Gerais y Mato Grosso del Sur. “Según la ley, la deforestación sólo puede tener lugar en situaciones de interés social y utilidad pública. Y vemos que la mayor parte de la deforestación, más del 90%, procede de la expansión agrícola, que no justifica el interés social ni la utilidad pública.”
La fundación considera que la reducción de la deforestación en el área continua es una señal de que las políticas de conservación y la vigilancia intensiva están dando resultados positivos. Subraya que está claro que los retos en la Caatinga y en el Cerrado son grandes donde existen estas zonas de transición.
“En la Caatinga hay zonas en riesgo de desertificación. En el Cerrado, la deforestación afecta mucho a la protección del agua, porque muchos manantiales importantes de varias cuencas fluviales de Brasil se encuentran en esta transición. Esto limita los servicios ecosistémicos para la regulación del clima, la disponibilidad de agua y también la producción agrícola", explica. Además, añade, las ciudades de estas regiones podrían ser aún más susceptibles a fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias extremas y sequías.
Cifras
Según el Atlas de la Mata Atlántica, coordinado por SOS Mata Atlântica y el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), la deforestación en el bioma se redujo de 20.075 hectáreas en 2022 a 14.697 en 2023, una caída del 27%. La organización señala que estos datos, sin embargo, ofrecen una visión parcial del escenario. Esto se debe a que el Atlas monitoriza las áreas de más de tres hectáreas de bosque maduro, lo que corresponde al 12,4% de la superficie original del bioma.
El documento muestra una disminución de la deforestación en la mayoría de los 17 estados de la Mata Atlántica, con la excepción de Piauí, Ceará, Mato Grosso del Sur y Pernambuco. Minas Gerais, Paraná y Santa Catarina destacaron positivamente, con un descenso del 57%, 78% y 86% respectivamente. La misma tendencia fue señalada por la SAD, según una evaluación de SOS Mata Atlântica, en relación al bosque continuo.
La Mata Atlántica incluye también regiones en recuperación o en las primeras fases de desarrollo, así como enclaves, lo que amplía la cobertura vegetal al 24% de la superficie del bioma. Además de poder vigilar toda esta vegetación existente, el SAD puede detectar la deforestación a partir de tan sólo 0,3 hectáreas.
Según el SAD, la deforestación total aumentó de 74.556 a 81.356 hectáreas de 2022 a 2023. Esto equivale a más de 200 canchas de fútbol deforestadas cada día y las cifras son preocupantes.
De acuerdo con Luís Fernando Guedes Pinto, la diferencia entre las cifras se debe mucho al aumento de la tala en enclaves del Cerrado y de la Caatinga, principalmente en Bahía, Piauí y Mato Grosso del Sur. Esta pérdida se ha producido sobre todo donde hay expansión agrícola. El ingeniero cuestiona el sentido de tener tanta tierra agrícola si el país no logra mantener la salud de los ecosistemas que sustentan la producción.
Menos bosques, más impactos
“Menos bosques significa más catástrofes naturales, epidemias y desigualdad. Para la agricultura, también significa malas cosechas recurrentes", afirmó. En su opinión, mientras no exista un enfoque integrado para todos los biomas, tanto en lo que se refiere a detener la deforestación como a dar prioridad a la restauración de los bosques, las crisis climática y de biodiversidad seguirán intensificándose.
A medida que disminuye la deforestación, también lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero. La restauración, a su vez, elimina dióxido de carbono de la atmósfera. “Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París, de calentar el planeta solo 1,5 grados a finales del siglo XXI, tenemos que dejar de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero también tenemos que eliminar el dióxido de carbono. La forma más barata y eficaz de conseguirlo es plantando bosques.”
La restauración del bioma también desempeña un papel importante en la adaptación a las nuevas condiciones climáticas. “El clima del planeta ya está cambiando, y cuantos más bosques tengamos, mejor preparados estaremos para adaptarnos a los fenómenos extremos y evitar las olas de calor. Tener bosques aumenta el confort térmico y el equilibrio de las ciudades.”
Guedes Pinto dice que la situación también es preocupante cerca de la Pampa, en la región sur. “La mitad de Rio Grande del Sur es Mata Atlántica, la parte del centro hacia el norte. Los desastres y las inundaciones ocurrieron en ambos biomas. Toda el agua que llega a Porto Alegre procede de las colinas y montañas del estado, que son en su totalidad Mata Atlántica", explica.
Los datos del Atlas muestran que en Río Grande del Sur sólo queda un 10% de la Mata Atlántica original. “Si hubiera habido bosques protegiendo los ríos, las fuentes, las riberas y las colinas, la tragedia habría tenido un impacto mucho menor. La deforestación amplifica el efecto de esta lluvia, el potencial de esta tragedia y reduce la resiliencia de las ciudades. Cuanta más naturaleza y bosques haya, mayor será la capacidad de resistir los impactos, de minimizarlos y también de tener más resiliencia para recuperarse tras el suceso”, afirmó.